lunes, 31 de enero de 2011

Sugus de limón para los lunes agónicos


con los malos despertares

Y las miradas vacías, y las risas mecánicas.

Para los segundos eternos y los suspiros asustados.

Y la piel desnuda,



Y las ojeras no correspondidas

Quen puidera namorala,

meu amigo.


Daría catro das seis vidas que me restan por bicala tan só unha vez. E ficar quedo contemplando os seus ollos, por corresponderlle a un dos seus sorrisos. Por escoitar a súa respiración moi preto de min. Escoltar as súas caricias.

Tremo cada vez que a vexo, conteño o aire cada vez que pasa ao meu carón.

Nunca, ninguén, conseguiu un bico dos seus beizos. Ela vai por libre. Non para un intre. Ela voa alto, meu amigo, voa alto coma os paxaros: inalcanzable.


Quen puidera namorala...

domingo, 30 de enero de 2011

A Dafne ya los brazos le crecían


Todavía me queda la marca del golpe, ¿sabe?. El frío tacto del plomo no me había inundado por completo cuando el sentimiento apareció. Brotó de la nada, se lo aseguro. De mi indiferencia.


Desprecio.

Desdén.

Ganas de huír. Ganas de huír de él. Fue entonce scuando empezó a correr, señor comisario. Y yo estaba herida, no sé si me entiende. Tuve fuerzas para avanzar unos cuantos metros e implorar que no pudiera hacerme nada. Y, de repente ocurrió, señor comisario, y no me pregunte cómo, porque no tengo ni la más remota idea de por qué ahora...


tengo raíces en lugar de piernas.

viernes, 28 de enero de 2011

We weren't born to follow



Había tardado más de lo normal en llegar hasta allí. De hecho, había calculado el tiempo, y había tardado aproximádamente quince minutos más de la cuenta. Y ahora era incapaz de mover ni un músculo. El aire me golpeaba en la cara y cortaba mi piel y mis ganas de llorar. Traté de dejar mi mente en blanco, a la espera de que no me inundasen los recuerdos como cada vez que pensaba en lo mejor para mí, o lo que yo creía que era lo mejor para mí. Pero, de nuevo, no lo conseguí. Suspiré. Y me sentí idiota. Idiota por pensar que él vendría. Y me abrazaría. Y me diría que no pasaba nada. Que todo había terminado ya. Que me iba a abrazar todo lo que yo quisiera. Y lo que no quisiera, tambien. Pero no. No iba a venir. Me había engañado a mi misma. Y ahora tendría que volver sola a casa. Y comprobar por mí misma que no tenía a nadie a mi lado. Que no me podía aferrar a un clavo ardiendo. Que tenía que abrir los ojos.

Pasé un pie por encima de la barandilla. Luego el otro, y, lentamente, me alejé de aquella zona.


jueves, 6 de enero de 2011

O duermo y dejo la puerta de mi habitación abierta

por si acaso se te ocurre regresar...



Me alegro de que hayas venido. Ya llevabas noches sin aparecer. Pensé que no querías volver. Pensé que te habías cansado de abrazarme, de acariciarme. Y sabes que me gusta. Y sabes que cuando no vienes, me paso la madrugada en vela, mirando la pared fijamente. Y luego vienen ellas. Las ojeras. Te gustaban. Lo recuerdo. Siempre te parabas a recorrerlas con las yemas de los dedos despues de nuestras largas noches trasnochando. Te acercabas mucho. Tanto que hasta notaba tu respiración. Me encantaba. Ahora ya no puedo. Las noches que vienes, no soy capaz. Y me abrazas, y no te siento. Y te miro, y no te veo. Hoy volví al psicólogo. Voy a dejar de ir. Cuanto más voy, menos te veo. Voy a dejar de ir en secreto, porque mamá está empeñado en que vaya. Dice que no estoy recuperada. Dice que le doy miedo. Que tengo que comer. No me sienta la comida desde hace días. No quiero comer. Que tengo que superarlo. Dice que no superaste aquel accidente. Dice que estás muerto. Pero tranquilo, yo no la creo. Yo no la creo...No... Tú sigues viniendo. Tú aún estás conmigo.




Y algunas veces suelo recostar mi cabeza en el hombro de la luna...

y le hablo de esa amante inoportuna

que se llama soledad.