sábado, 19 de febrero de 2011

Risas enlatadas.

Carcajadas. Pause. Carcajadas. Pause. Carcajadas. Pause.

Aplausos.

Aplausos.

Aplausos.



Es irónico que de lo que más me acuerde sea de eso: su grabadora, no le parece?. Bueno, al menos, yo lo encuentro así. Porque era lo que siempre buscaba él, al fin y al cabo. ¿Que si lo conocía? No, para nada, yo solo estuve en el lugar menos indicado en el momento menos indicado. Ya sé lo que me preguntará ahora, y no, no lo sé: no tengo ni idea de cómo acabé en aquella habitación oscura. Compréndame, buena señora, tendría alrededor de cinco años, siete como mucho, y era la primera vez que veía algo así, y era la primera vez que me reía tanto. Me dolía la barriga de reírme. Y supongo, que simplemente lo acompañé, para reírme un rato más.

Recuerdo que llevaba mi vestido de flores. Mi preferido. El que me había comprado mi abuelo. Y coletas. Si. Me las había hecho mi madre. Porque era un día especial.

El caso, que tampoco le quiero hacer perder el tiempo, distinguida señora, estaba allí, escuchando esa grabación, que si lo analizo ahora, es sumamente siniestra, pero en aquel momento, ni me iba ni me venía, que quiere que le diga, me preocupaban más las cuerdas que me ataban a la silla de madera. Me hacían mucho daño, y me cortaban la circulacion en las muñecas. Pero no lloré. No tenía ganas, la verdad. Aquel señor no me daba miedo. Era mi amigo.


Le dió al pause una vez más. Y se acercó a mi. Mucho. Arrugué la nariz. Así tan de cerca, olía a sudor y a tabaco.


-¿Quieres reírte un poco, pequeña?- fue lo que me dijo, y lo último que recuerdo.



Por eso estoy aquí, por eso me he sentado a su mesa, Virgen de la Amargura, a jugar a los dados nuestra suerte.

lunes, 14 de febrero de 2011

¿Qué tienes en los ojos, nena

o es que vas a llorar?


que me llevas mirando por el rabillo del ojo mucho más de media hora, que te fuiste acercando a mí muy poco a poco, hasta acabar a mi lado. Que no tropezaste, que te tiraste. Sé con certeza que no te has emborrachado, y que tienes al menos cinco años más de los que me dijiste, y que, sin embargo, tienes cinco ex menos de los que presumir.




Tus mejillas dicen que no tuviste infancia, y tus ojos sueñan con una adolescencia mejor. Y te aprovechas de ello. Pero no. Esta no es tu noche, ¿verdad? Hoy no has conseguido lo que querías, como siempre que se lo pedías a tu papá. Venga, dime, ¿a qué años comenzaste a salir, a beber, a bailar de esa manera? ¿Cuantas veces te han dicho que no?




No me vengas con el mismo cuento, por favor, que yo no soy de esos. Así que recoge el orgullo que te pueda quedar en esta sala, y márchate, antes de que descubran que eres una cualquiera o peor, una mentirosa.






No intentes atraparme...


he aprendido a volar

domingo, 6 de febrero de 2011

Chiquitita tell me what's wrong



Y dime por qué sigues llorando todas las noches, si él te dejó ya hace tiempo. Nunca supiste seguir sin él, aunque lo disimules a la perfección delante de la gente.

Ya ha llovido mucho desde que se fue, dejando tu sonrisa desprotegida, a merced de otros, y esa taquicardia que siempre se da cuando suena el teléfono en mitad de la noche, y ese sudor frío al ver esa cama.

Que sepas que a mi no me engañas, que lloraste sobre mí tantas noches que me extrañaba cuando no lo hacías. Sé exactamente cuánto tardaste en volver a sonreír, y en conseguir apaciguar tus sueños.

Así que no tengas miedo, y llora. Que no te de vergüenza, pequeña, que sabes qeu a mí me vas a tener siempre aquí. Y cuando no puedas más, dame la vuelta, como en aquellas noches interminables, para que te muestre mi lado frío, y puedas continuar.
Y no te asustes porque se desdibujen tus recuerdos lentamente y cicatricen las heridas, pequeña: son cosas que pasan.

Y sin embargo cuando duermo sin ti

contigo sueño






No pido más. Sólo tu respiración. A mi lado.


Y de nuevo, tu corazón.


Lo escucho. Pausado. Monótono. Incansable.


Me acerco más, pero nunca es suficiente.


Recorro con la punta de los dedos tu cuello. Tus hombros. Tu pecho.


Y, de nuevo, tu corazón.


Suspiro. Te beso. Me abrazas. Me acercas a ti.


Y así, noto,


de nuevo, tu corazón.







Y el lunes, al café del desayuno, vuelve,



la guerra fría

martes, 1 de febrero de 2011

No me pidas llegar a fin de mes.




Yo no quiero que me llames los martes y jueves a las 22:00.

Ni que vayamos al cine una vez al mes.

Ni que haya velas en nuestras cenas y camas donde dormir.

No quiero que te pongas la corbata a juego con mi vestido, ni pasear por el parque cada domingo por la tarde.



Y tampoco que me cojas de la mano cuando vamos por la calle.


Lo que yo quiero, corazón cobarde...