jueves, 6 de enero de 2011

O duermo y dejo la puerta de mi habitación abierta

por si acaso se te ocurre regresar...



Me alegro de que hayas venido. Ya llevabas noches sin aparecer. Pensé que no querías volver. Pensé que te habías cansado de abrazarme, de acariciarme. Y sabes que me gusta. Y sabes que cuando no vienes, me paso la madrugada en vela, mirando la pared fijamente. Y luego vienen ellas. Las ojeras. Te gustaban. Lo recuerdo. Siempre te parabas a recorrerlas con las yemas de los dedos despues de nuestras largas noches trasnochando. Te acercabas mucho. Tanto que hasta notaba tu respiración. Me encantaba. Ahora ya no puedo. Las noches que vienes, no soy capaz. Y me abrazas, y no te siento. Y te miro, y no te veo. Hoy volví al psicólogo. Voy a dejar de ir. Cuanto más voy, menos te veo. Voy a dejar de ir en secreto, porque mamá está empeñado en que vaya. Dice que no estoy recuperada. Dice que le doy miedo. Que tengo que comer. No me sienta la comida desde hace días. No quiero comer. Que tengo que superarlo. Dice que no superaste aquel accidente. Dice que estás muerto. Pero tranquilo, yo no la creo. Yo no la creo...No... Tú sigues viniendo. Tú aún estás conmigo.




Y algunas veces suelo recostar mi cabeza en el hombro de la luna...

y le hablo de esa amante inoportuna

que se llama soledad.

3 comentarios:

  1. Por esto es por lo que siempre hay que llevar sombrero, para poder quitárselo ante textos como este.

    ResponderEliminar
  2. Dios Helena, me has dejado sin palabras...Increíble.

    ResponderEliminar

won't you come out to play?