
Todavía me queda la marca del golpe, ¿sabe?. El frío tacto del plomo no me había inundado por completo cuando el sentimiento apareció. Brotó de la nada, se lo aseguro. De mi indiferencia.
Desprecio.
Desdén.
Ganas de huír. Ganas de huír de él. Fue entonce scuando empezó a correr, señor comisario. Y yo estaba herida, no sé si me entiende. Tuve fuerzas para avanzar unos cuantos metros e implorar que no pudiera hacerme nada. Y, de repente ocurrió, señor comisario, y no me pregunte cómo, porque no tengo ni la más remota idea de por qué ahora...
tengo raíces en lugar de piernas.
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