lunes, 6 de septiembre de 2010

Dammi un sorriso


Se conocieron hace doce años, cinco meses, una semana, cuatro días y cincuenta millones seiscientos ochenta y dos mil cuatrocientos cincuenta y seis cruces de miradas. Desde que la escuchó estallar en carcajadas la primera vez, decidió no permitir nunca que el maquillaje apagase su risa. Durante todo ese tiempo, se las ingenió para hacerla reir en cada momento, ¿Por qué? Bueno, dejémoslo en que el corazón tiene razones que la razón no entiende, como el científico Blaise Pascal nos quiso hacer entender.


Ahora, la sonrisa quedaba bañada en lágrimas que resbalaban hasta aquella cama de hospital en la que él se encontraba. No había dormido en toda la noche, velando su sueño llorando en silencio, atenta a cada movimiento. Amanecía cuando su nombre resbaló entre los labios de aquél chico. Su voz sonaba débil, cansada, y Alicia se asustó. Nunca había sonado así, él siempre estaba alegre, ingenioso y mordaz, nunca cansado.


-Dime, ¿puedo...puedo ayudarte en algo?

-Si...Alicia...para de llorar, por favor...pa...para de llorar y...y dedícame una de tus sonrisas.


Y ella le mostró la última de sus sonrisas, la más triste que pudo poner en su cara jamás.

1 comentario:

  1. Hay veces que las sonrisas se quedan atrapadas en la garganta, es entonces cuando hay que reir. Pero a carcajada limpia, o en su defecto, llorar. Pero a llanto limpio.

    Yo voto por la primera.

    ResponderEliminar

won't you come out to play?