jueves, 9 de septiembre de 2010

Azúcar con dos de café, por favor


La miré fijamente, analicé meticulosamente la partícula de H2O que resbalaba lentamente por su mejilla y la recogí antes de que cayese sobre la mesa. Saqué una botellita pequeña y la deposité con sumo cuidado. Luego la examiné a contraluz.


-Vaya, ya casi la mitad, ¿eh?


Desvió la mirada.


+¿Qué es lo que quieres?


-Que no sufras.


Entonces sonó una carcajada que hizo que se me pusieran los pelos de punta.


+Tarde, doc.


Y seguimos removiendo la taza de café en silencio.

2 comentarios:

  1. En lo que va de día he leido esta entrada tantas veces que me duelen los párpados y las palabras se me quedaron tatuadas en las pupilas... Me encanta, porque ahora luzco de tatuajes de un pasado bucanero. De esos que ni las lágrimas ni el tiempo borran y que siempre arrancan sonrisas. Porque eso consigues siempre.
    Quieras o no, cada vez que leo las últimas líneas de este texto los recuerdos bailan en la memoria. Y me hacen cosquillas.
    Es entonces cuando sonrio.
    Y cuando se me agota la sonrisa, sólo entonces, me doy cuenta de lo que tengo, de lo que NO puedo perder.

    Gracias Helena, por todo y más.
    Gracias por la ayuda de ayer, y la de mañana.
    Te debo varias.
    Te quiere, Pau

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