domingo, 6 de junio de 2010

Tenemos memoria


Me acordé de aquel verano cuando vió Venecia por segunda vez en su vida, de mi mano. Habían cambiado tantas cosas, pero al final, ahí estabamos los dos. Cogidos de la mano y mirando hacia el Gran Canal, que, tímida y lentamente, se llenaba de la luz de uno de los amaneceres de Venecia. Me armé de valor para preguntárselo, pero la pregunta estaba rondando en mi cabeza desde que habíamos subido al avión. Casi sin atreverme a mirarla, le pregunté:

-¿Todavía te acuerdas de él?

Sus ojos grises se empañaron de repente. Siempre intentaba no llorar, reprimir sus sentimientos. Pero una gruesa lágrima consiguió surcar su mejilla y perderse en el Gran Canal. Asintió, porque le faltó valor para responderme que sí.

Suspiré. Siempre pensé que este viaje reabriría viejas heridas que todavía no se habían curado en ella. Siempre pensé que era mala idea volver al pasado, y siempre pensé que no se había olvidado de él, aunque se esforzara por ocultarlo.


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