miércoles, 30 de junio de 2010

Perfecto idiota

Sentada en el banco, lo vi pasar por delante.
Iba en mi clase desde que teníamos cinco años.
Jugábamos al escondite juntos, nos contábamos los secretos, saltábamos cada año la hoguera de san Juan de la mano.

Y luego vinieron los porros, el alcohol y las chicas.

Por fin, me miró, y, por un instante, pensé que me iba a saludar. Pero su orgullo se lo impedía. Ahora, él era importante. La gente le rodeaba en todos los recreos y no le dejaban a penas respirar. Todos querían caerle bien. Todos querían que fuese su amigo. Y yo era...bueno, yo era la rarita de la clase.

Y lo odiaba. Lo odiaba tanto, que a veces me dolía.

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