[Se acuerda de quererme cada dos años,
mientras yo me las apaño
para olvidar]
Cuando se va de mis sábanas, nunca lo noto. Y me despierto tarde, mal, arrastro, y, lo que es peor: sin ella. Es lento, muy lento. Primero paso la mano por el hueco que deja, y no hay nada. Agudizo el oído, para probar suerte y oír su respiración, esa que me mantiene noches en vela por el vicio de escucharla. Cuando compruebo que lo único que se oye es mi resaca, cierro mucho los ojos, y recuerdo su rostro la noche anterior. Siempre diferente. Y le doy un puñetazo a la almohada. Y me odio por haberla traído de nuevo a mi casa. Y la odio.
Desayuno odiándola.
Leo el periódico odiándola.
Me ducho odiándola.
Y salgo a la calle odiándola.
La odio durante el día,
y salgo a buscarla de nuevo durante la noche.
Y me sonríe del brazo de otro hombre, para volver a mi cama cuando le apetezca.

Jimena no deshoja la margaritas, por miedo a que le digan todas que sí.
Me encanta!! Nunca he vivido esa situación pero tal como la describe.. no quiero vivirla (:
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