lunes, 13 de diciembre de 2010

Este hacerse mayor sin delicadeza.


Hoy vino a visitarme una vieja amiga. Al principio pensé que se trataba de alguna de sus compañeras, que últimamente me visitaban más que ella. Ella solía venir en las noches agónicas e interminables, cuando la oscuridad me envolvía y el interruptor me traicionaba. Por eso me sorprendió verla por aquí, aunque no tardé en notar la difrencia: ella se hacía de rogar, tardaba en salir, y, cuando lo hacía, era para deslizarse muy lentamente, casi a cámara lenta, por mi mejilla. Trazaba así su trayectoria suave, como una caricia, abriéndose camino hacia mi boca, donde yo la lograba callar, donde yo la ahogaba. Era entonces, y solo entonces, cuando dejaba degustar su sabor ácido. Se evaporaba con facilidad, dejando tan solo una pequeña parte de su esencia: el vacío.


-La próxima vez, te dejaré caer -le advertí.
[Estos ojos que no miden ni comparan,
ni se olvidan de tu cara]

1 comentario:

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