jueves, 11 de noviembre de 2010

Y no me sonrojo si te digo que te quiero.

Sus ojos eran pequeños, y su mirada grande, al igual que sus pestañas. Se sentó en la última mesa, en una esquina, como cada mañana desde que había empezado el verano. Parecía estar esperandola otra vez, pero se retrasaba. A lo mejor esta mañana la había dejado sola.

-¿Qué te sirvo? -le dije por puro protocolo, mientras apuntaba en la libreta "café con leche y dos de azúcar".

Pero esta vez no.

-Un sugus de cereza y tequila, por favor.

Se me escapó una carcajada, y me fui a prepararle un café como dios manda.

Ella sacó un libro, lo abrió, y comenzó a pasar páginas.

Cuando le llevé el café, me incliné para ver lo que estaba leyendo.



BLANCO.

NADA.



"Primero lo del tequila y el sugus y ahora esto. Debo de estar en un sueño"



Y, como no protestó por el café, volví a mi puesto detrás de la barra. Una ráfaga de viento sacudió entonces el bar. La chica de gafas entró con paso firme y una pluma en la mano. Se sentó frente a ella y, sin mediar palabra, le tendió la pluma...





...y comenzaron a escribir en aquel libro en blanco.

2 comentarios:

  1. No todo es como parece y siempre se puede empezar de cero.

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  2. Tanto el camarero como ella debían haberse dado cuenta de que nunca la dejaría sola... Aunque nunca es demasiado tarde para ello.

    Porque siempre se acaban capítulos, pero no nos llegarán las hojas de este mundo para escribir el fin. Porque que sepas que le final no empieza hoy.

    P.D: La pluma verde, para que no lo puedan fotocopiar ++

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