
Corría. Sus botas amarillas de plástico iban pisando absolutamente todos los charcos que se ponían a su paso. Llovía, y las gotas de lluvia aplastaban el pelo contra su cara. NADA le detuvo. Siguió corriendo. Mucho. Muy rápido.
Al llegar a aquel portal, paró en seco, a respirar entrecortadamente y entonces, escuchó su voz.
-Con esas botas hoy si que no te pierdo, ¿eh?
Y sonrió por primera vez en aquel día.
Al llegar a aquel portal, paró en seco, a respirar entrecortadamente y entonces, escuchó su voz.
-Con esas botas hoy si que no te pierdo, ¿eh?
Y sonrió por primera vez en aquel día.
Me recordó a mi pañuelo amarillo :3
ResponderEliminarLas botas amarillas son la luz que desafían a los charcos de días tristes
ResponderEliminar