
No quería llorar, pero tenía que deshacerme del dolor que oprimía mi pecho, así que eché a correr todo lo rápido que me permitieron mis piernas.
Cuando sentí que el corazón se me salía del pecho, paré, tragué una bocanada de aire, y grité. Fue la primera vez que no grité por un dolor físico, y qué bien sentaba.
Para que llorar cuando puedes correr hasta caerte y gritar hasta desgañitarte?
ResponderEliminarEs una buena inversión
Joba, Helenich, este relato me ha recordado mucho a uno que escribí yo hace tiempo.
ResponderEliminarPensamos igual.
Las mentes brillantes se unen :D
Me encanta: me encanta el texto, me encanta la forma, las palabras y las comas. Me encanta la foto y me encantas tú. Me encanta gritarle a los problemas y no regarlos con mis lágrimas.