martes, 13 de julio de 2010

Aquel lugar


El sol acariciaba suavemente el paisaje donde nos encontrábamos, y tambien su rostro. Me miraba a través de los mechones de pelo rubio y rizado que le caían sobre los ojos. Sonreía mientras, tomándome de la mano, me guiaba por aquel laberinto salpicado de distintos verdes.
De pronto, me di cuenta de que, a medida que descendíamos por aquellas escaleras de madera, la maleza de alrededor nos impedía más y más avanzar, hasta el punto de que el supuesto pasamanos apenas se distinguía.


-Espera, espera -le supliqué entre risas. Él se volvió, y al mirarme tan fijamente, pude casi medir con exactitud la ilusión que le hacía mostrarme aquel lugar.


-¿Qué pasa?-Yo le mostré los arañazos de mi brazo y el roto de mi vestido blanco, como respuesta.-¡pero si te estoy yo apartando prácticamente toda la maleza!


Y era verdad, ya que estaba visiblemente peor que yo.
Continuamos un poco más, hasta que una pierna se me engancó en una rama seca, y perdí el equilibrio. Me sujetó, no sabría decir si más con resignación o con cierta diversión al verme así, por la cintura, y, despues de titubear un poco, me dijo:
-Anda, te llevo.
Me subí a su espalda agarrándome todo lo fuerte que me permitían los brazos para recorrer los últimos peldaños de aquellas escaleras interminables. Cuando llegamos a aquel lugar, supe que había merecido la pena el roto del vestido.

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