sábado, 11 de septiembre de 2010

Dear Prudence:


Me acuerdo de cuando te vi por primera vez. Tú probablemente no. Despues de todo, eras demasiado pequeña para ver algo que no fueran tus pinturas. De esa época, recuerdo tu sonrisa, con todos tus dientecillos asomando cada dos por tres. Alegrabas las mañanas, las tardes, y las noches en aquella casa. Pero me estoy desviando del tema, como es habitual en mi. ¿Eso si lo recuerdas, verdad?


Tenías cinco años. Yo, con dos veranos más encima, jugaba a ser un futbolista profesional con mis dos mejores amigos, que aún conservo. Después de todo, Mario y Manuel siempre estuvieron a mi lado. Pero esa tarde, el último le dio una patada demasiado fuerte al balón, que no pude parar antes de que se colara por aquellas rejas, que aún a día de hoy, me parecen enormes.


Cuando timbré, me temblaban las piernas. Salió tu padre, aquel señor alto y con bigote, a devolverme la pelota.


Y fue entonces, cuando tu cabecita asomó por detras de aquellas puertas. Me sonreiste, y el suelo desapareció debajo de mis pies.


Con siete años, era lo más cercano que iba a estar de enamorarme.

4 comentarios:

  1. ¿Pintaba con los dedos? Es que la imagino pequeñita pequeñita y con los mofletes manchados de pintura :3

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  2. Supongo que el amor es distinto a cada edad... y en cada persona

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  3. Hola!
    Me ha encantado este texto y todos los anteriores!
    ¿Te sigo ok?
    Muchos besos.

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