miércoles, 30 de marzo de 2011

-Ya he pasado este trago con ingenuos como tú.

Y todos me han decepcionado. -Así que no me mires así y déjame marchar. Sus ojos brillantes parecían reprocharme algo desde mi regazo. Fruncía el ceño y miraba para otro lado. Estaba a punto de llorar. Lo sabía. Conocía a la perfección esa reacción. Pero NUNCA me había pasado algo así. Y me sentía completamente ridículo en esta situación, no solo por la ropa que llevaba, que también, ni por todas las personas que nos estaban mirando fijamente, esperando una reacción por mi parte. Una gota de sudor se perdió por mi frente, e intenté... no sé, abrazarla, o algo, que se sintiera cómoda, por lo menos. Pero no. Saltó y se fue, y en ese momento parecía que lo único que sonaba en aquel supermercado eran sus pequeños zapatitos de charol. Y me dejó con la mayor cara de tonto que se me pudo poner en toda mi vida. Me dejó ahí, plantado, con el corazón en un puño, y el traje de Papá Nöel recién estrenado. -El si-siguiente-alcancé a tartamudear.

sábado, 19 de marzo de 2011

Hasta las suelas de mis zapatos la echan de menos.

[Se acuerda de quererme cada dos años,

mientras yo me las apaño

para olvidar]


Cuando se va de mis sábanas, nunca lo noto. Y me despierto tarde, mal, arrastro, y, lo que es peor: sin ella. Es lento, muy lento. Primero paso la mano por el hueco que deja, y no hay nada. Agudizo el oído, para probar suerte y oír su respiración, esa que me mantiene noches en vela por el vicio de escucharla. Cuando compruebo que lo único que se oye es mi resaca, cierro mucho los ojos, y recuerdo su rostro la noche anterior. Siempre diferente. Y le doy un puñetazo a la almohada. Y me odio por haberla traído de nuevo a mi casa. Y la odio.

Desayuno odiándola.

Leo el periódico odiándola.

Me ducho odiándola.

Y salgo a la calle odiándola.

La odio durante el día,


y salgo a buscarla de nuevo durante la noche.


Y me sonríe del brazo de otro hombre, para volver a mi cama cuando le apetezca.



Jimena no deshoja la margaritas, por miedo a que le digan todas que sí.

lunes, 14 de marzo de 2011

Siete meses



Y siete horas en tacones.

Y siete giros con un mismo impulso.

Y siete mechones de pelo descontrolados.

Siete canciones de pie, y otras setecientas en el aire.

Siete "pues si hay que trasladarse, se traslada uno"

Y siete copas que nos faltaron por probar.

Siete viajes en el ascensor para arriba, con sus

siete viajes para abajo.

Menos siete fotos que salieron bien, con sus

siete mil carcajadas.

Siete minutos para el amanecer,

y las siete horas que nos faltan por descansar.

Siete veces te doy las gracias,

por dejar que me introduzca en tu vida un ratito.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Óxido de hierro (II)




Como no sé hacer textos, si quieres, yo te hago un logaritmo. Te pongo la base, el argumento, y hasta la ele, la o y la ge. Te lo doy todo, excepto la solución. Porque no la tengo. Porque no la encuentro. Por que no la busco. Porque no la quiero.


Como no sé hacer textos, si quieres, yo hago reacciones químicas. Tú me dices la cantidad y yo la pipeteo. Y si quieres que explote, QUE EXPLOTE.


Como no se hacer textos, si quieres yo te represento una función. Y pones tú los límites, y si quieres que tiendan a infinito, que lo hagan, que yo te los represento.


Como no sé hacer textos, si quieres, yo te formulo. Hasta te dejo escoger los elementos, los que quieras, y yo te los formulo.

miércoles, 2 de marzo de 2011

The tables have turned, yeah

cause me and them ways have parted,

that kind of love...



Era exactamente como una pesadilla, hasta el tiempo parecía ralentizarse. Y todas esas personas, mirándome, fijamente. Y todo ese calor, pegajoso, en forma de gotas que me surcaba la frente. Nunca me llegué a imaginar que aquellas escaleras me pudieran llegar a resultar...tenebrosas. Sí, esa era la palabra. Cuando estudiaba, los profesores me solían decír que ante una situación de este calibre, el cerebro se bloqueaba, pero, a mi, no solo no me pasaba eso, si no que sentía cómo mi cerebro trabajaba a toda velocidad, analizando cada rostro, cada cara vuelta para no enfrentarse a mí, cada mirada de compasión. No. No las quería. Porque yo era fuerte, y no iba a permitir que los demás sintiesen lástima por mí. Así que no me detuve. En ningún momento, aunque me faltase el aire, aunque con cada paso me hundiese más en la tierra.


Y, al fin, al fin, al fin, LA PUERTA.


La atravesé, me parece que en ese momento ya no respiraba, y me limitaba a arrastrar mis pies por aquel suelo de madera que lejos estaba de parecerme ya familiar. Alguna voz conocida me dijo "Está allí, comisario", y daba la impresión de que me hablaba desde el otro lado de la calle. Suspiré, y entré en el cuarto de baño.


Y allí estaba ella.


Me miraba, es más, me sonreía. Primero la odié. Los ojos se me humedecieron de rabia. No era justo. Ella no tenía ningún derecho a dejarme. Caí de rodillas. Le cogí la mano. Fría. Helada. La solté. Y el sentimiento de odio desapareció. Sentí cómo una mano se posaba sobre mi hombro.


-Ha dejado esta nota.


...was the killing kind